Cuando por fin llegamos a “Lázaro” bajamos nuestras cosas, desayunamos un poquito y emprendimos otro trayecto por camino de terracería rumbo al mar, ahora éramos un grupo mayor para ser exactos 11 (7 adultos y 5 niños entre ellos mi sobrina). Llegamos al mar como a la 1:30 pm. Tomamos cocos, nos reímos, nos bañamos, jugamos fútbol y cerca de las 6 pm estábamos saliendo de regreso a la casa donde dormiríamos. Habíamos avanzado 3, 4, quizás 5 km no lo se, íbamos todos contentos cuando de la nada se escucha un ¡plofp! Seguido del sonido de aire que se escapa... no hubo mucho problema para estacionarse, íbamos en camino de terracería y vehículos pasaban muy pocos, de hecho no vimos ninguno en todo el trayecto. Al bajarnos vimos la situación... la llanta izquierda de adelante estaba perdiendo aire, otra llanta ponchada. La pregunta del millón era ¿y ahora?.
Quisimos analizar la situación, ¿Qué posibilidades había de que se nos ponchara otra llanta? Y para ponerlo interesante; otra llanta del mismo lado. Pensando de manera lógica, racional… “¿no será que hay algún cable o algo anda mal de ese lado?”. Simplemente dejamos de pensar en el ¿Por qué? Nuestra mente debía girar en como resolver nuestra situación. Para poner en contexto, estábamos varados en una zona rural, donde las colonias mas cercanas estaban a 15 o 20 minutos en moto transportes mas frecuentes de ver en esos caminos (y es solo un decir) vehículos casi no pasaban, el mecánico o talachero mas cercano estaba como a media hora en carro, era un sábado a las 6 de la tarde, no había señal para hacer una llamada y ya empezaban a salir los zancudos en montón, declarando la guerra.
Un par de jóvenes pasaron en moto, una de las personas que nos acompañaba les pregunto si podían llevarle con la llanta al mecánico (pensando en que la llanta tuviera solución), dijeron no poder tenían cosas por hacer y uno de ellos nos recomendó que quitáramos la llanta. Mientras el menor de mis hermanos sacaba las herramientas paso un señor en moto, se detuvo y accedió llevar a mi sobrina y a su mamá a "Lázaro" (lugar donde debíamos llegar), estando allá buscaría a alguien que prestara su llanta y entonces poder mandarla con el mismo señor de la moto, al menos ese era el plan hasta ese momento.
Para colmo contagiados un poco por los nervios (¿les ha pasado quedarse varados en una zona donde no hay nada?) e incordiados por los zancudos, la llave que sirve y trae el vehículo para quitar la llanta parecía no ser la exacta, simplemente no terminaba de ajustarse a los tornillos y mientras mas se intentaba estos empezaban a barrerse (no entendíamos como era posible que las herramientas que traía de por si el vehículo no funcionaran).
Después de un rato paso otro muchacho en moto y acepto llevar a alguien del grupo a la colonia mas cercana para prestar una llave de cruz y poder quitar la llanta, cuando menos avanzar en eso y para cuando llegara la otra llanta simplemente ponerla. A los 20 minutos regresaron con una llave y mientras se planeaba empezar a quitar tornillos, paso otro muchacho en moto se le pidió ayuda con lo de la llanta, nadie había querido apoyarnos hasta entonces pero el muy amable acepto quedarse y ayudar al menor de mis hermanos. Fue cuando empezó el arduo trabajo, entre varios y varios intentos descubrieron que la herramienta tampoco era la ideal, resulta que estaba un poquito grande. Quizás por la tensión de ver que se hacia de noche o tal vez por los zancudos molestos (de verdad eran un montón) ninguna herramienta parecía ser la adecuada.
Iban pasando los minutos y entre la herramienta nuestra con la prestada estaban logrando quitar los tornillos, fue cuando descubrieron que tenían una especie de protección o tapa que cubría el tornillo real y eran esos los que terminaron barridos, una vez fuera estos desatornillar con la herramienta del vehículo era sumamente fácil. Aunque el asunto les estaba llevando tiempo se estaba avanzando, cada tornillo fuera ayudaba a aliviar la tensión. Aproximadamente a las 8 pm el señor que se había llevado a mi sobrina y a su mamá llego con una llanta... un alivio pensamos todos. Para ese momento ya estábamos a oscuras, el menor de mis hermanos alumbraba con su celular al muchacho que continuaba con nosotros quitando la llanta y únicamente le faltaba sacar un tornillo. Con esfuerzo, ideas y un poco de golpes al fin se quito la llanta ponchada, se coloco la prestada en posición, la levantaron y empezaron a colocarla... pero simplemente no quedaba, hubo un intento mas y nada, fue entonces cuando se dieron cuenta... no quedaba y no quedaría porque la llanta que se necesitaba debía de tener 6 orificios para atornillarla y la llanta prestada solo era de 5. Jamás hubiéramos prestado atención en eso... totalmente ignorantes a esa situación todos.
Y ahí estábamos una vez mas ¡¿como?! ¡chispas! ¿y ahora?
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